Memories are made of this

Como todos los niños, yo memoricé. Memoricé las clases de dinosaurios, su dieta, su tamaño y sus nombres científicos. Memoricé los concilios de la iglesia. Memoricé la alineación campeonísima del Puebla, las letras de mis canciones favoritas de los Beatles, las capitales de los países que me parecían más inusuales, como Togo y Estonia.


Mi memoria anda mucho peor estos días. Me propuse no olvidar jamás a Rashmanisvili y su estático colorido, aunque seguramente no se escribe así su nombre, o quizá, ni siquiera se llama así. También me propuse recordar por siempre a Ouedraogo y su teatralidad africana; recordar lo más posible la película de Jean Rouch, Petit a petit, y cada vez puedo menos. Quizá, en algún momento, mnemotécnicamente repetiré la lista de lo que no debo olvidar y no podré decir nada más sobre ella.

Junto con estos recuerdos, también guardo algunas frases que serán útiles en casos específicos. Barrilete cósmico. Como decía el profe Constancio Córdoba, perdimos, pero ganamos experiencia. ¿Que todo bien? Viento en popa a toda vela, no surca el mar, sino vuela. La rosa sin porqué, florece porque florece. Le pido al barón Aarón, que no le toque a ese botón.