En 1997 acudías a la Cinemateca Buñuel y todo era nuevo. Lo nuevo no era el edificio, que de hecho es tan viejo que el obispo Palafox le construyó un túnel para comunicar a la catedral de Puebla con la taquilla de la sala. Era nuevo como si hubieras recibido el don de lenguas y de repente entendieras alemán.
En la cinemateca Buñuel, con el programa de mano en forma de cuadrito, conocí el cine de Fassbinder y el de Herzog y también vi Un perro andaluz, tan oscura que no sabía si estaba despierto o dormido. En la Luis Buñuel Mopomé proyectó Habitación 666 y oí la voz de Godard por primera vez. Y vi "Yo te saludo, María"; en la que la virgen embarazada juega basquet y creí (y sigo creyendo) en ese milagro.