Hojalatero

Anoche que regresamos de Atlixco, pasamos a la oficina por mi auto. Cuando salía de reversa le pegué a una palmera. Me bajé, vi el golpe -se rompió la facia un par de centímetros- el vigilante me dijo.

-Uy, usté solo se lo hizo.

Cuando Ireri inspeccionaba el golpecito descubrimos algo más. Alguien había rayado la pintura de las puertas, el frente, los costados de mi auto con una navaja. Con algo más filoso que una llave.

Pasó algo de lo siguiente.

Alguien me odia. Alguien de pensamiento conservador quiso causarle daño a una persona que porta una calcomanía de López Obrador. Alguien quiso causarle daño a otra persona, así sin razón, y resulté ser el afortunado ganador.

 


 

La forma más extraña que conociste a alguien

La forma más extraña que conocí a alguien fue la siguiente. Un hombre se me acercó haciéndose pasar por un alto militar francés y me preguntó sobre la situación política de México. Estábamos Ireri y yo entre esculturas de José Luis Cuevas y en un rato que me senté en una banca, el hombre se sentó junto a mí. Falso militar falso marido de una mujer, eso sí auténticamente rubia, recortada de una revista, lanzando una serie de mentiras en falso acento francés. Ireri vino y escuchó el final de la charla. Se soltó un viento muy frío. Entonces él se largó con su maletita verde oliva del baño de vapor, entre la gente que venía del mitin contra el fraude electoral.

A Ireri le parecía absurdo alargar una plática llena de mentiras. A mí, no tan mal.