Hernán Casciari: Las editoriales en fuera de juego



El héroe de la era del blog, Hernán Casciari, quien nos enseñó que se acabaron los talleres literarios, porque ya no son necesarios desde que existe el blog, ahora nos dice que ya no necesitamos a las editoriales, chau, pues.

Adiós a los intermediarios entre los lectores y los escritores, acaso, la era del remix pasa también por la literatura, las ideas están ahí en la nube para ser compartidas, para conocer amigos, para apoyarnos, no son necesarios los buitres.

Célestin Freinet

'Soolo la escuela sigue trabajando las normas y técnicas de hace varios siglos y no pasa nada. La decadencia de la escuela es la decadencia de las naciones' C. Freinet
Celestin Freinet por Luis Ricardo


Se suponía que la obra de Freinet estaba agotada ―de las librerías, quiero decir, no se piense que digo que está agotada en otro sentido―, pero tampoco está agotada de las librerías. No sólo "Técnicas Freinet de la escuela moderna" está disponible, sino el setenta u ochenta por ciento de la obra en castellano. Muy pronto esperamos poderla compartir para descarga con la gente interesada. Freinet es un gran renovador de la escuela y su experiencia, su reflexión y sus hallazgos tienen mucho por iluminarnos.

En la cita anterior Freinet se lamenta que todo se renueva, la industria, la ciencia, incluso el ejército, pero las estructuras más viejas, más autoritarias, las técnicas de hace varios siglos siguen vigentes en la escuela hasta ahora.

La SEP: liebres de la lectura

Por Luis Ricardo

El pasado 8 de octubre el Movimiento por una Educación Popular Alternativa convocó a un foro de análisis de la nueva estrategia de lectura de la SEP. Este nuevo modelo de lectura fija un estándar de velocidad y promueve que padres y maestros cronometren la lectura de los niños y jóvenes en palabras por minuto. Incluso propone que se catalogue a los niños por niveles según ese desempeño y que tal puntaje sea hecho público en la boleta de calificaciones.

Hortensia Fernández, Sebastián Gatti y Celia Díaz
El maestro, en este planteamiento, queda reducido al absurdo papel de cronometrista. Pero es esta simpleza que nos hace temer que se expanda entre padres y maestros. Podríamos estar presenciando el surgimiento de una generación de jóvenes forzados a leer, y a leer rápido, privados del gusto, del derecho de seleccionar su lectura e impedidos de disfrutar.
Es ―nos parece a muchos maestros presentes en el foro― una vacuna contra la lectura.

Los especialistas Tere Garduño Rubio, Celia Díaz Argüero y Juan Sebastián Gatti realizaron el análisis de la propuesta de la SEP:

Tere Garduño: "¿La medición de palabras por minuto tiene que ver con la comunicación?"

Para la doctora Garduño, obtener el sentido de un texto es contradictorio con la medición, ésta privilegia la velocidad por sobre la comprensión. "Construir, atribuir valores y reflexionar el significado de un texto toma tiempo"― expuso Tere, quien defendió también a los maestros, de quienes parece pensarse que "no entienden de gusto y de comprensión".

Celia Díaz Argüero: "No hay una idea clara de la lectura, leer es más que la decodificación, es interpretar un texto"

La investigadora Díaz señaló que el conteo ignora la realidad, puesto que no da cuenta de la variedad infinita de textos, las pausas dramáticas del contador de cuentos, el momento en el que un lector baja el libro y sonríe, disfrutando una idea, su articulación, el fraseo.

Juan Sebastián Gatti: "La clasificación de los alumnos según su velocidad de lectura se parece al Mundo Feliz de Huxley"

Sebastián, quien recientemente ha realizado junto con Hortensia Fernández una defensa de la laicidad frente al texto dianético entregado a maestros por la SEP en Puebla, señaló su preocupación por los niños que no cumplan con el estándar de velocidad. Puntualizó que quien diseñó esta política no distingue "competencias" de "competencia" puesto que es obvio que en este nuevo parámetro, de lo que se trata es ver quién lee más rápido.

Nuestra compañera Chela González de Tapia compartió con nosotros las similitudes del estándar con el espíritu porfirista de hacer leer a los niños "bien derechitos" y el pavor que este tipo de exposición pública puede generar en ellos.

Hortensia Fernández, Sebastián Gatti, Celia Díaz y Tere Garduño

La SEP pretende lograr una mejora en el desempeño de la prueba de Pisa (que según el nuevo estándar de velocidad de lectura hemos llamado "de Pisa y corre") y hace malabares y cocteles teóricos para justificar el relegamiento de la comprensión, la interpretación, el disfrute; todo ello, pensamos los maestros del Movimiento por una Educación Popular Alternativa, es mucho más importante que la velocidad.

De manera que pedimos que se detenga el modelo de lectura de velocidad y se continúe con los proyectos dejados de lado, las bibliotecas de aula y los libros de texto gratuitos con textos literiarios relevantes, seleccionados por especialistas.

En conclusión. En la carrera entre la liebre y la tortuga ―de la fábula de Esopo― el gran ganador fue el camino. Igual pase con la lectura.

Balada de Gumersindo

Letra y música de Virulo



Gumersindo fue a La Habana a buscar al hombre nuevo
y llevaba en su morral las obras de Carlos Marx,
el diario de Guevara y por supuesto el Capital.

Una caja de condones pa' romper con el bloqueo,
por si llega a conocer a una ardiente guerrillera
también trajo su playera con una foto del Che.

Vio en la playa una nativa con las masas oprimidas
esa tanga que la cubre lo hizo pensar en la crisis de octubre
como Nikita Kruschov sus cohetes emplazó
y ella con aquella sonrisa le dijo "papi, vas muy deprisa".

Como obrero de avanzada cortejó a la compañera
le habló del imperialismo, de la globalización
mientras ella le pedía su carta de invitación
revolucionariamente ella habló del consumismo,
con su mismo calcetín, con su mismo pantalón,
con su mismo par de tenis, con su mismo camisón

A una tienda de divisas fueron a comprar deprisa,
como dos capitalistas unos vestidos muy diversionistas
él decía "vida mía, dónde está tu ideología";
ella dijo "papi, yo creo que hoy para mí se rompió el bloqueo".

Con regalos ni con charlas consiguió politizarla,
mientras más le describía al imperio explotador,
ella más se perfumaba con su esencia Christian Dior.

Transcurrió así la semana, tuvo que dejar La Habana,
pero comenzó a extrañar no a Fidel ni a Carlos Marx,
sino a aquella mulatona que lo puso a guarachar.

Regresó a los pocos días, ya no habló de ideologías,
con carta de invitación, visa, papeles, boleto de avión,
se llevó a la mulatona a vivir a su país,
no habló más del imperialismo y to' el mundo fue feliz.

Luis Lagarto iluminador novohispano

Por Marco Fabrizio

1
En 1988 Guillermo Tovar de Teresa publicó un libro formidable en el que presenta el estudio más profundo que se ha realizado sobre los miembros de la familia de apellido Lagarto, iluminadores que engalanaron con su arte cientos de libros corales de las catedrales de México y Puebla durante los siglos XVI y XVII. Como fruto de sus investigaciones se desvanecen muchas lagunas existentes sobre el origen y la formación de Don Luis Lagarto patriarca de la rama novohispana de la familia. Además de la excelente investigación documental, el libro presenta una gran cantidad de trabajos que no se habían dado a conocer como las hermosas capitulares que presentamos, las cuales fueron localizadas por el autor en un libro de coro perteneciente a la catedral Metropolitana.

2
Don Luis natural de Sevilla ya se encontraba en la ciudad de México en 1586 lugar en que trabajó hasta 1600 año en que parte a la ciudad de Puebla con el encargo de decorar 103 libros de coro para la catedral . fue iluminador, miniaturista y se convirtió en maestro mayor del arte de leer, escribir y contar en la Nueva España. La combinación de sus oficios, su solida formación en Granada y el influjo de la realidad novohispana dieron como resultado algunas de las capitulares mas bellas y originales creadas en esos tiempos. Guillermo Tovar no duda en afirmar que Luis Lagarto como iluminador fue el más relevante del manierismo en el mundo hispánico. Su quehacer no se limitó a las capitulares de libros corales, iluminó libros y realizó numerosas miniaturas destacando por su belleza las que decoran los escudos de monjas. De su obra existen numerosas muestras tanto en México como en España, el abandono que sufre en la actualidad contrasta con la fama de que gozó en el pasado. Durante el siglo XIX su obra fue muy buscada por coleccionistas, como restos de aquella fama quedan algunos libros corales mutilados por delincuentes.

3
El libro de Guillermo Tovar de Teresa rescata del olvido la obra de los Lagarto, se convierte en útil catálogo de sus creaciones y piedra fundamental en futuras investigaciones.

Para no abundar más repetimos lo que escribiera Don Luis Lagarto en 1616.

Opus laudat Artificem

Tovar de Teresa, Guillermo. Un rescate de la Fantasía : El ARTE DE LOS LAGARTO. ILUMINADORES NOVOHISPANOS DE LOS SIGLOS XVI y XVII. España, Ediciones del Equilibrista, 1988. 242 pp.

Ilustraciones.
1.- Capitular " O " p.111. 2.- Capitular " G " p.103. 3.- Capitular " Q ". p.101.

Los etcéteras

Por Luis Ricardo Ramos Hernández

La crisis de la escuela, entendida en general, desde los niveles básicos hasta superiores, ha sido tratada por teóricos de diversas disciplinas a lo largo del siglo XX. Palacios aborda a un primer grupo de pedagogos preocupados por la renovación: la Escuela Nueva: “autores cuya principal preocupación era reformar la escuela tradicional”. (Palacios cit., en Romano, 2010: 26)

Para Palacios, la escuela tradicional creó una escuela libre de la influencia de la comunidad y sus distracciones, pero también de la vida real. Este modelo de educación tradicional alcanzó su punto máximo con el internado jesuita y su “separación del mundo... vigilancia constante, ininterrumpida del alumno” (Palacios cit, en Romano, 2010:27)

Los maestros de la escuela tradicional organizaban la vida y el currículum; eran los encargados de presentar modelos elevados de comportamiento y promover su imitación.

A los maestros les correspondía también la responsabilidad de implantar el orden e infundir la disciplina. Dicho por Comenio en la “Didáctica Magna” de 1657: El orden de todo es el fundamento de la pedagogía tradicional. El maestro seguía un método y los niños repetían, mediante el repaso, lo que el maestro acaba de decir; aplicaba premios y castigos para incentivar los logros escolares del modelo. Para los maestros tradicionales el estudiante es arcilla y el arte de moldearla, la educación.

El cuestionamiento formal del modelo tradicional llega a finales del siglo XIX, en Europa y los Estados Unidos; al empuje de las transformaciones sociales, económicas y demográficas como son “el auge del industrialismo, la transformación de las estructuras rurales, la conversión de la familia patriarcal en rural, etcétera... transformaciones políticas, caracterizadas por... los ideales de libertad, igualdad y fraternidad” (Palacios cit, en Romano, 2010:34).

Los anhelos de estas sociedades en plena renovación chocaron con las características de la escuela tradicional, con su autoritarismo y con el modo en que ésta ignora los intereses y singularidades de los niños.



Para Palacios, la escuela tradicional creó una escuela libre de la influencia de la comunidad y sus distracciones, pero también de la vida real. Este modelo de educación tradicional alcanzó su punto máximo con el internado jesuita y su “separación del mundo... vigilancia constante, ininterrumpida del alumno” (Palacios cit, en Romano, 2010:27)

Los maestros de la escuela tradicional organizaban la vida y el currículum; eran los encargados de presentar modelos elevados de comportamiento y promover su imitación. A los maestros les correspondía también la responsabilidad de implantar el orden e infundir la disciplina. Dicho por Comenio en la “Didáctica Magna” de 1657: El orden de todo es el fundamento de la pedagogía tradicional. El maestro seguía un método y los niños repetían, mediante el repaso, lo que el maestro acaba de decir; aplicaba premios y castigos para incentivar los logros escolares del modelo. Para los maestros tradicionales el estudiante es arcilla y el arte de moldearla, la educación.

El cuestionamiento del modelo tradicional llega a finales del siglo XIX, en Europa y los Estados Unidos; al empuje de las transformaciones sociales, económicas y demográficas como son “el auge del industrialismo, la transformación de las estructuras rurales, la conversión de la familia patriarcal en rural, etcétera... transformaciones políticas, caracterizadas por... los ideales de libertad, igualdad y fraternidad” (Palacios cit, en Romano, 2010:34).

Los anhelos de estas sociedades en plena renovación chocaron con las características de la escuela tradicional, con su autoritarismo y con el modo en que ésta ignora los intereses y singularidades de los niños.

La Escuela Nueva, primer grupo de pedagogos críticos a la escuela tradicional, echa mano de la psicología y toma de ella un arsenal de argumentos:

La liga de la Escuela Nueva se propone en 1921:

preparar al niño para el triunfo del espíritu sobre la materia, respetar y desarrollar la personalidad... el carácter... los atractivos intelectuales, artísticos y sociales... en particular mediante el trabajo manual, y la organización de una disciplina personal libremente aceptada... la preparación del futuro ciudadano”. (Palacios cit, en Romano, 2010:35)

Estos pedagogos progresivos incluyeron nociones psicológicas acerca del desarrollo cognitivo de los niños, pero respetando su condición infantil. “La escuela para el niño y por el niño”, dicta el principio de la escuela para la vida.Para ellos, el estudiante debe desarrollarse en las áreas que le producen más interés. La motivación principal no le corresponde al maestro y a su capacidad calificadora, sino que debe encontrarse en el propio mundo interior del estudiante.

Al maestro se le asigna una función menos carcelaria, al considerarlo el guía que va “abriendo camino y mostrando posibilidades a los niños” (Palacios cit, en Romano, 2010:38); llegando a las posiciones extremas, como la de los pedagogos libertarios de Hamburgo que procuraban evitar toda intervención directa por considerarla censura. Esta visión pretendía evitar que se identificara al maestro entre las figuras disciplinarias de la sociedad.

La Escuela Nueva cree en la cooperación, la solidaridad y aun en el autogobierno, pues considera que mediante él se enseñan la democracia y la discusión honesta. La educación es parte de la vida, debe formar ciudadanos y sociedades más justas, más democráticas y, para ello, la participación de estudiantes y maestros, es fundamental.

El paso último de la teoría renovadora de la Escuela Nueva se dio al modificar el currículum. Las áreas poco relacionadas con la utilidad práctica fueron relegadas en favor de otras con mayor utilidad e interés, en las que la mediación de los adultos fue restringida y, a veces, anulada. Algunos pedagogos cuestionaron, por ejemplo, la pertinencia de enseñar geometría y álgebra, por considerarlas áreas carentes de aplicación real en la vida de la gente. Se favorecieron las actividades agrícolas, los talleres de producción, la creación artística, etcétera.

Ante las andanadas y reflujos de nuestra cultura escolar tradicional mexicana, cabe recordar los nombres de estos pedagogos modernos, para ponerlos en perspectiva real. Todos deberán ocupar su lugar, Freinet y el método natural, junto a la filosofía inútil, el álgebra abstracto, los intereses de los estudiantes, el programa de clase, la función orientadora del maestro —que encauza y pone límites— la libertad, la expresión y los etcéteras. Especialmente los etcéteras.




BIBLIOGRAFÍA
PALACIOS, J (2010) “La cuestión escolar” en: ROMANO, C. Antología de Filosofía
de la educación, México: BUAP (MEDS, FFyL, inédito), pp. 23-41

Kornél Mundruczó y Matalqa: fraguando, por Jorge Ayala Blanco

Cinefilia exquisita.

I. EL FILICIDIO MORAL. En "Dulce hijo" ("Szelíd teremtés" / "A Frankenstein-terv", Hungría-Alemania-Austria, 2010), lírico cuarto filme del húngaro de 35 años Kornél Mundruczó ("Joanna" 05, "Delta" 08), con guión suyo y de Yvette Biró lejanamente inspirado en la novela clásica de horror "Frankenstein" de Mary Shelley, el joven peloncito recién escapado de un orfanato que también podría ser un manicomio Rudi (Rudolf Frecska) compra a las puertas de un cementerio luctuosas flores blancas que lleva a ofrecer in absentia a la arrendadora madre rechazante (Lili Monori) que lo encerró para casarse con un padrastro brutal (Miklós Székely B.), participa sin convicción en el sádico casting de un cineasta ensimismado (el propio Mundruczó), estrangula por repudio corporal a la bella rubita (sin saberlo su hermanastra) que fingía seducirlo, huye de la justicia por una ventana, regresa para prendarse de la linda entenada materna Magda (Kitty Csikos) y promete su propia desaparición si su progenitora favorece una unión con la todoaceptante chava; pero, durante el sucedáneo de noche de bodas, el chavo desnuca al padrastro vengador que golpeaba a la novia, empuja mortalmente a la madre desde un corredor superior y es rescatado in extremis por el cineasta que al fin lo reconoce como el hijo indeseado cuya paternidad nunca quiso asumir y, remordido por la culpa, lo lleva a esconder a Austria, hasta que un accidente en la carretera nevada deja moribundo al chico. 

Szelíd teremtés - A Frankenstein-terv

El filicidio moral concibe a su criatura juvenil en el espanto azorado, por encima de toda condena, y en términos de fragilidad, desvalidez y alucinación, para ser éstas a su vez plasmadas, fílmica y heréticamente, en términos de hieratismo (exteriores semivacíos, paredes desnudas, abundancia de top-shots, encuadres fijos, depuración llevada al ascetismo), desconexión (figuras inmóviles, laconismo retórico, arrebatos cual expresiones de una dinámica ingrávida) y gelidez (omnipresencia de la nieve), refrendando la pulida y poética finura posfolletinesca de las anteriores cintas de su realizador, en especial aquella cine-ópera "Johanna" que actualizaba a Juana de Arco y aquella lacustre-sacrificial Delta incestuosa. 

El filicidio moral se ve a sí mismo como un relato que bordea lo fantástico sin tocarlo, un poco al estilo del depuradísimo flamenco obsesivo Delvaux de los sesenta (la cinta bien podría intitularse "El joven de la cabeza rapada"), donde todo incidente es elegido en términos de culpa, para rumiarla al infinito, dentro de una especie de subjetividad indirecta, tan desencarnada cuan espiritual y estéticamente descarnada, y así elevarla a una categoría mítica, inevitable, instantánea. 

Y el filicidio moral recrea la irresponsable creación del monstruo de Frankenstein, el mito fílmico-literario de todos (en la vida real) tan temido, que ya no remite al helénico Saturno devorando a sus hijos recién nacidos (para evitar que en un futuro le fuese arrebatado el Poder), sino asignándoselo al artista creador fílmico, el egoísta por excelencia y deficiencia, que ha sacrificado todo lazo afectivo o humano duradero para Poder proseguir con su creación sin vida, hasta ser devorado por ésta, huyendo inadvertidamente de sí mismo más allá de lo artístico, provocando nuevas desgracias al hijo y acabar extraviándose en la inmensidad nevada, mientras el vástago agoniza con las tripas al aire.

II. LA FABULACIÓN SALVAJE. En "Sueños de aire" ("Captain Abu Raed", Jordania-EU, 2007), debut como autor total del inmigrante jordano-estadouni- dense de 31 años Amin Matalqa (28 cortos como "Peso completo" 05 y la comedia de humor negro en la cafetería "Morning Latte" 08), el modestísimo afanador anciano de aeropuerto Abu Raed (Nadim Sawalha) cumplía con esmero su humillante trabajo, regresaba en transporte público a su empinado barrio pobre y platicaba con el retrato de su esposa difunta mientras conciliaba el sueño, pese a escuchar tras el añoso muro las madrizas que propinaba el brutal vecino de junto Abu Murad (Ghandi Saber) a su sometida esposa (Dina Raad-Yaghham) y a su hijo mayor del mismo nombre (Hussein Al-Sous), pero cierto día ese solitario gris halló una gorra de piloto en la basura, se la puso, fue confundido por la chiquillería con un Capitán heroico y se sintió prácticamente obligado a devenir cuentacuentos de sus ilusorias aventuras aéreas foráneas, para sostener la esperanza de los niños desamparados, contando con el apoyo de la hostilizada familiar pilota treintona Nour (Rana Sultan), hasta que fue vilmente descubierto por el resentido niño Murad, al frente de sus amiguitos, fregando pisos doblegado como perro y quedó desmitificado, si bien recuperará el afecto del vecinito Tareq (Udey Al-Qiddissi), a quien le comprará su mercancía íntegra para que no falte al colegio, e incluso acabará orquestando la huida del horror casero de Murad y su progenitora con otro crío, ensillándose para enfrentar a solas la furia fatal del padre enloquecido de alcohol y frustración.

La fabulación salvaje hace que la ignota ciudad capital Ammán, arrancada a la inmensidad del desierto (ya con dos millones de habitantes), se convierta en una presencia viva y pese durante todo el relato, con sus callejuelas ascendentes, blancos minaretes legendarios y losas donde el héroe estará a punto de abatir con un pedruzco al ojete desplomado: el escenario perfecto para esa "Amélie" (Jeunet 01) vuelta barbudo y canoso varón jodido pero jamás cobarde. 

La fabulación salvaje logra homologar con armonía la infame y revulsiva condición de los tres sectores más vulnerables de la sociedad árabe en su conjunto, jordana o no jordana, hoy en silenciosa revuelta: la condición de los ancianos despojados de vigor y sentido, la condición de las mujeres condenadas a la venta matrimonial como futuro único y la condición de los niños brutalizados sin piedad, al grado esa cruel quemadura en la mano de Murad como paternal castigo precautorio. 

La fabulación salvaje impone un terso, brillante y seguro estilo donde la ficción, siempre a punto de volverse dulzona o disneyana, se mantiene a distancia de sí misma, sobria, autoconsciente y con un lirismo de baja intensidad, en semitono, como la liberación interior de esa bella con solo tenderse para mirar al cielo a un lado del viejo sobre las colchonetas de su azotea-mirador, o la griffithesca espera del bruto por el anciano estoicamente sentado mirando con fijeza la manija de la puerta bajo dramática luz cenital. 

Y la fabulación salvaje se redondea, cual coletazo final del axolote de Cortázar, como una finísima fábula intemporal donde la identidad usurpada se torna verdadera y aquél que ensueñe en el contraluz de los cristales ya no será el inexistente Capitán Abu Raed, sino su trágico protegido liberado, el futuro piloto Murad, convertido en su propio personaje de fábula, asumiendo el imaginario como esencia y la irrealidad como objetivo fin moralmente posible y digno incluso en la atrasada ancestral Jordania.

La Goldovskaya y Jodie Foster: dividiendo, por Jorge Ayala Blanco

  • Cinefilia exquisita

I. EL INVOLUCRAMIENTO SECRETO. En "El sabor amargo de la libertad" ("A Bitter Taste of Freedom", EU-Suecia, 2011), filme 32 de la valerosa realizadora-fotógrafa documentalista septuagenaria rusa soviética/postsoviética/californiana que fuera la primera en filmar los Gulags leninista-stalinistas Marina Goldovskaya (Solovki Power 87, La casa de la calle Arbat 93), arranca con la TVnoticia del asesinato a las puertas de su casa hacia 1996 de la reportera de investigación y opositora al nuevo régimen Anna Politkovskaya, resucita su figura gracias a kilómetros de tomas de archivo y a la participación de la mujer cuando joven madre casada y feliz en el documental sugerentemente casi homónimo El sabor de la libertad de la misma astuta directora (91), pero, más que buscar o señalar a los culpables del homicidio (sin duda incrustados en las más altas esferas del poder allí donde no se mueve ni la hoja de un árbol sin la voluntad de Putin), vuelca su indagación fehaciente y eficiente sobre el misterio de su involucramiento denunciador, primero al fungir como corresponsal bélica y paño de lágrimas y vocera radical de la diezmada población civil en las dos guerras de Chechenia, luego como participante en las negociaciones con los terroristas chechenos que tomaron el teatro Nord-Ost de Moscú (culminando en la brutal masacre con gas de todos ellos, más 179 inocentes) y finalmente durante su erección como una especie de Madre Teresa rusa, premiada por organizaciones pacifistas en EU, chocando con el belicismo de Bush y siendo víctima ya de una tentativa de envenenamiento cuando volaba a aquella pequeña ciudad de la separatista Osetia del Sur asolada por otra toma de rehenes pronto trágica, et al.

Anna Politkovskaya en El
sabor amargo de la libertad.

El involucramiento secreto se escinde en su desbordado interior para afirmarse como un inteligente filme-ensayo y una película tierna a la vez, una disertación documentadísima sobre la Rusia actual (en un callejón sin salida político, pasando de la feroz dictadura totalitaria comunista a una feroz dictadura totalitaria burocrática sin pasar ni por la libertad ni por la democracia verdaderas) y el doloroso retrato de la periodista activista que le sirve como revelador histórico, sin lección edificante alguna y por encima de toda lamentación o protesta implícita.

El involucramiento secreto acumula testimonios y más testimonios, cálidos y agudos, jamás declarativos, trabajados tras horas de convivencia tan afectuosa cuan manipuladora, trátese del periodista que considera a las mujeres incapaces de una objetividad no emotiva, como las erinnias desoladas de los campos clamando voce magna, o esa sobreviviente sin restos ni arrestos de vida humana tras ver fallecer asfixiados al marido y al hijo en la matanza del teatro.

Y el involucramiento secreto se estrella finalmente contra el secreto moral de todo involucramiento, el ¿chejoviano, dostoiesvkiano? misterio del alma tan insobornable e incallable cuan impenetrable de la coralmente evocada-invocada Anya, su cara puntiaguda, su cuerpo en apariencia frágil, sus características gafitas redondas, sus cabellos rubios o canosos, su casi artística habilidad para sostener una producción de miles de artículos y libros radicales al tiempo de una linda vida familiar (según sus hermosos hijos y su juguetona nietecita), su martirio en el vacío.

II. LA COMUNICACIÓN MEDIATIZADA. En "Mi otro yo" (The Beaver, EU, 2011), tercer opus de la bravamente autocrítica actriz de 49 años Jodie Foster retornando a la más exigente realización fílmica (Mentes que brillan 91, Fiesta en familia 95), con intelectualizado guión de Kyle Killer, el hereditario dueño cincuentón de una fábrica de juguetes Walter (Mel Gibson jodidísimo) se contempla en voz off caído en una depresión pavorosa, en bancarrota productiva y en soledad postrada, corrido de la casa por su decidida esposa madura Meredith (la propia Foster, señorial), quien se queda con un cariñoso hijito chiquitirrín Henry (Riley Thomas Stewart) que de nada se entera, aunque llevándose entre las patas a su hijo preparatoriano experto en fraudes académicos Porter (Anton Yechin), pero un buen día el hombre en crisis definitiva se deja fascinar por un títere-peluche con figura de castor al que empieza a utilizar como instrumento exclusivo de comunicación con todos, obteniendo sorprendentes resultados, venciendo resistencias, volviendo a ser admitido en su hogar, recuperando el respeto de sus subalternos y la prosperidad de su fábrica, convirtiéndose en celebridad nacional gracias a TVentrevistas más portadas de revistas y ocasionando de rebote que su hijo adolescente entable una difícil y contradictoria pero profunda relación con la compleja condiscípula Norah (Jennifer Lawrence) que le encantaba, hasta que nuestro héroe empiece a ver a la marioneta Castor con vida propia y tornándose demasiado demandante, se sienta agredido por él y acabe mutilándose el brazo que lo mueve, sea internado para tratamiento facultativo y egrese ya curado para reunirse con su familia ya también extenuadamente sana.

La comunicación mediatizada aborda de frente el tema de la depresión en la sociedad del simulacro mediante un cine de personajes que toman al toro por los cuernos, situándonos en el lugar mismo de un deprimido (el hombre inmaduro perpetuo antes todoaceptante y el joven mal integrado a sus cambios y a su mundo tanto como a su vida afectiva), involucrándonos en su conflicto y haciendo patente su doloroso processus de mutación interna/externa, motivando fabulosas interpretaciones oscareables en su estoico cuadro de actores.

La comunicación mediatizada pone en acción constructivamente y a mil por hora un simpático batidillo entre la teoría dramática del Distanciamiento de Brecht (el héroe se distancia críticamente del mundo e incluso de sí mismo como en una pieza ad hoc de teatro épico anticatártico un tanto tardío), la teoría antipsiquiátrica del Yo Dividido de Laing (el héroe como cualquier esquizofrénico se inventa un falso yo para que se relacione con los demás poniendo a resguardo su auténtico yo demasiado frágil y vulnerable) y la teoría contracapitalista del Delirio de Deleuze-Guattari (el héroe llega hasta el final de su delirio para liberarse y sanar esquizoanalíticamente), tres teorías distintas y todas verdaderas, valederas.

La comunicación mediatizada fracasa al jamás poner en duda los valores archiconvencionales de las criaturas enajenadas presentes y al seguir reverenciando sus criterios de éxito como universales e incuestionables: dinero, fama, familia tradicional dichosa, burguesía juguetera recobrando prosperidad, reivindicación de grafitis callejeros como arte y éste como excelso desahogo individual, discurso de graduación escolar cual apabullante hecho glorioso, et al.

Y la comunicación mediatizada habrá de culminar tan dichosa como ese núcleo familiar de final feliz disneyano, pero tan ambiguamente a bordo de una simbólica cuan sarcástica Montaña Rusa (¿otra más?).

La transmutación sublime, por Jorge Ayala Blanco

En La leyenda del tío Boonmee (Loong Boonmee raluek chat, Tailandia-RU-Francia-Alemania-España, 2010), sexto filme del avanzadísimo director tailandés de alucinante culto internacional a los 40 años Apichatpong Weerasethakul (Felizmente tuya 02, Malestar tropical 04), con guión suyo basado en la crónica libresca Un hombre que recordaba sus vidas pasadas del monje Phra Sripariyittiweti, el dulcísimo tío Boonmee (Thanapat Saisaymar) es llevado a morir de una terminal enfermedad de los riñones a su cabaña natal por la sensual aún deseosa de satisfacciones tía Jen (Jenjira Pongpas) y su sobrino Tong (Skada Kaewbuadee) con ayuda de un enfermero, pero allí, desde la primera noche cenando en la varanda, el fantasma de su primera esposa perdida hace 19 años Huay (Natthakarn Aphaiwond) y la peluda bestia negra de brillantes ojos rojos en que ha reencarnado su hijo Bonnsong (Geerasak Kulhong) lo toman a su cuidado, alivianándolo, haciéndole sentir menos dolorosa su inminente defunción y su transmutación, que se realizarán, entre consejas y peregrinaciones selváticas, al interior de la cueva en una cumbre montañosa, dentro de la cual el hombre no solamente renacerá a una nueva vida inesperada. 


 
La transmutación sublime habla a nivel de fantasía hogareña e imaginación perfectamente equilibrada, dándose incluso el lujo de incorporar colaterales leyendas redivivas completas que nada tienen que ver directamente con la anécdota principal (esa historia redonda de la princesa vieja que rejuveneció en su reflejo acuático para ser poseída por el pez gato de la cascada magnífica), junto a sus maravillas de ultratumba cotidiana, en forma sencilla y entrañable, la más limpia, tan contemplativa como envolvente, con un mínimo de recursos bien calculados y dispuestos en un pequeño gran universo íntimo, en ese mundo mágico/onírico/animista y de fervor cósmico que caracterizan las ficciones transfantásticas y altamente espirituales de la enigmática y siempre sorprendentemente distinta narrativa de Apichatpong, en las antípodas de un genio occidental como Tim Burton que ha necesitado movilizar cien mil efectos especiales para crear un clima seudofantástico en su hipercongestionada antipoética Alicia en el país de las maravillas (10), o de las mamonerías del Almodóvar de Volver (05), anteriores a las virtudes orientales del sigilo, la ilusión, la parsimonia y el fabuloso Eros del moribundo abrazando a su cónyuge del intramundo otra vez familiar en un extático plano abierto. 

La transmutación sublime propone el milagro de la reinvención de una forma fílmica superexpresiva que se basa en la meditación, en la negación del cine de la acción y del stress, trátese de las apariciones por primitiva sobreimpresión, de la figura inquietante de esa Bestia oscura descendiente de aquella inmortal de Cocteau que después se multiplicará en la funesta hora crucial, de la cosmofánica travesía de la jungla, de la feérica cima de la colina, todo ello en un sostenido diálogo sin culpa con las existencias anteriores, más allá de cualquier realismo del día a día, plasmándose en planos largos, ausencia de música y profusión de ruidos insecto-domésticos/selvático/naturales, o en una pasmosa secuencia de fotofijas de novela gráfica mapa mejor escuchar feroces ecos contra las invasiones estadunidenses en Asia (al modo de la historieta ilustrada por nuestro cineasta en La aventura de Iron Pussy haciendo mancuerna con un videoinstalador como él mismo Michael Shaowanasai 03), cual pródigo prodigioso remanso omniconsciente del mundo. 

 La transmutación sublime plantea un humanismo donde la naturaleza animal y espectral del hombre lo tornan y elevan a nivel de animal o espectro, o simplemente lo desaparecen, por ende llenando el relato de momentos perfectos y privilegiados, hasta esa serie de finales y remates donde tal pareciera que también accedieran a otra vida todos los parientes que acaompañaban al tío Boonmee y hoy se reinstalan a su existencia previa, transfigurada. Y la transmutación sublime, en efecto, cuando podría o debería pasar al terror, deviene una diafanidad infinita.
"Mujer de pelo verde", imagen de Luis Ricardo

Autorretrato con Yashica Electro 35

Rumbo a Xilotzingo
  • Rumbo a Xilotzingo.
  • En el Ford Ka.
  • A todo color.
  • Todavía peligrosamente en movimiento.

Woody Allen: La ironía insaciable, por Jorge Ayala Blanco

La ironía insaciable. En Conocerás al hombre de tus sueños (You Will Meet a Tall Dark Stranger, EU-España, 2010), filme anual 41 del incansable autor total de 75 años Woody Allen (de Robó, huyó y lo pescaron 69 a un Whatever Works 09 aquí inédito), la inerme sexagenaria recién abandonada Helena (Gemma Jones) se erige en centro de unos nuevos Interiores (Allen 78), ya deleznables e imposiblemente bergmanianos, al recurrir a una charlatana vidente empañada cual Cristal (Pauline Collins), al hallar a ese hombre espiritual de sus reivindicados sueños en el triste librero gordobio Jonathan (Roger Ashton-Griffiths) que la engaña con la difunta esposa, y al colgarse de su salvadora creencia en la reencarnación como el clavo ardiente, mientras su exmarido decrépito Alfie (Anthony Hopkins en plan de enésimo alter ego vencido de aquel graciosísimo comediante ultramasoquista llamado Woody Alien) se desata en un segundo aire póstumo para hacer el opulento ridículo casándose con la vulgar furcia Dia (Frieda Pinto) que le encaja un embarazo dudosamente propio, su hija malcasada Sally (Naomi Watts) se infatua con el galerista hipócrita Greg (Antonio Banderas muy cateado), y su yerno el exprometedor novelista en crisis Roy (Josh Brolin) se apasiona por la joven guitarrista boccherianiana de la ventana de enfrente Chermaine (Lucy Punch) para decidirse a publicar con gran éxito bajo su nombre la estupenda novela del muerto equívoco Herny Strangler (Ewn Bremner) que se descubrirá aún en estado de coma, y así sucesivamente. 


La ironía insaciable hace rebosar su acervo retratístico/autorretratístico a base de una gama infinita de adolescentes tardíos emocionales de todas edades, desde veinteañeros hasta seniles, a veces irritantes, a veces patéticos, en ocasiones conmovedores, pero siempre fatigados, molidos, extenuados por su búsqueda amorosa, como ánimas en pena prófugas del excitante Manhattan de aquel i
nmadurito cincuentón inminente Allen (79) hacia el acogedor Londres archimediocre del postrer humorístico ensimismado Allen (el del tríptico La provocación / Amor y muerte / Los inquebrantables 05-07), todavía capaz de urdir imágenes refinadas (con el veterano del foco suave Vilmos Zsigmont), elegantísimas discusiones con mampara entre dos o más y elipsis de contracampos en apariencia indispensables ("¿Estás bien?"). 

La ironía insaciable afirma de manera contundente que el miedo a la soledad produce monstruos, sin saber éstos que, por más que sus infatuaciones los mueven a la indulgencia cretina y los hagan caer en indignas ridiculeces de comportamiento, jamás podrán salir de ella, de su soledad circunstanciada, recóndita y radical. 
 
La ironía insaciable está fincada en una burla cada vez más distanciada hacia su amasijo de escenas cual exitosos lances frustradas, de ahí la importancia de un omnisciente narrador en off que lugararcomunescamente cita Shakespeare como prólogo y conclusión (este fue un cuento-recuento vital lleno de ruido y furia que nada significa), se llena de invasiones calificadoras/descalificadoras ("Entonces se le ocurrió la loca idea...") y hasta de algún machacón aforismo sarcástico ("La ilusión es mejor que cualquier medicina"). 

Y la ironía insaciable se rejuvenece con eterna amargura etérea, volviendo a hacer del fracaso una metafísica narrativa y una elegía existencial, contemplando con renovada hambre sexual el cuerpo otra vez erotizado de tu bella exesposa en la ventana de enfrente siempre tan antojadiza cuan vedada ("¡Qué irónica y bella es la vida!") y presintiendo con pánico físico la resurrección irremediable que te revela ya toda la desolada miseria de tu simulación e ilegitimidades esenciales.